martes, 1 de diciembre de 2009

¿QUIÉN PAGA LA DEUDA EXTERNA?

La deuda externa argentina. Una pregunta histórica que tienen todos los latinoamericanos.

Un país existe gracias a su soberanía, y a que la misma es leítima. Si un país comienza a depender de otro económicamente, su soberanía comienza a verse desgastada y las cosas se empiezan a complicar.

Ésto le pasó a Argentina desde que comenzó su historia allá por la segunda funsación de Buenos Aires, en donde la necesidad de proviciones de Europa se hacía indispensable porque no tenían recursos propios para la alimentación básica y que generaron que lo que comenzó siendo un fuerte prometedor, terminara siendo un escenario en donde a aquellos ingractores de la ley se los colgaba y se comían sus extremidades. Un horror. Pero el mismo horror da saber por lo que está pasando este país hoy, al igual que toda Latinoamérica.
El endeudamiento de los últimos 36 años aprocimadamente se fue agravando con el tiempo. para poner un básico ejemplo, en 1973 la deuda externa era de 4.800 millones de dólares y para 1999 era de 146.220 millones de dólares. Hoy, cada argentino que nace, debe un total de u$s 5.000, cifra que parece un chiste si se ven la cantidad de niños que mueren por desnutrición en sus primeros años de vida.

Si bien en 2003 se canceló la deuda mantenida con el FMI, cuyos intereses eran mucho más que el monto real, todavía la Argentina depende del pago del millones de dólares a otras entidades. La situación es similar en los países de América Latina.

Ahora bien, la pregunta que surge es si no será ya suficiente pago la soberanía de cada país y la literalmente sangre derramada de quellos que mueren por no tener qué comer, cómo vestirse, ni educarse, ni sanarse. Las deudas externas provocan que la toma de desiciones sea "compartida" y que sea más importante pagar a entidades extranjeras que cubrir las necesidades locales. ¿Debe pagar cada niño que nace un monto en moneda extranjera que ni siquiera puede entender de qué manera se contrajo?

La respuesta a esa pregunta se ve en todos lados. Quienes no tienen recursos para acceder a servicio alguno están subordinados a órdenes extranjeras que sólo tienen en cuenta su pago en frío metal, y toman, como si nada valieta, la tibia sangre que cada uno de los argentinos derrama en el sudor de su trabajo.

Lo más peligroso de esta situación es comprometer la cultura argentina. Si buien es muy beneficioso conocer y tratar de comprender las culturas ajenas, no es normal que entre los niños sea más divertido o importante festejar Halloween que el 25 de Mayo. Eso es lo verdaderamnte aterrador. Que esta dependencia que saben tapar los políticos escondiéndose como cobardes tras los triunfos obtenidos por nuestros próceres, tirando por la borda todo lo conseguido, se inyecte entre la gente de forma imperceptible, y que se reconozca como rpopio algo que no lo es, y qye en definitiva, tapa lo propio y se lo roba sin que se de cuenta.
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¿QUÈ ES EL ORGULLO? LA RESPUESTA A UNA CONFUSIÓN FATAL






La guerra de Malvinas

¿Qué es el orgullo? Se va toda la subjetividad de la autora de estas líneas cuando dice que es un sentimiento que parte literalmente el corazón, que completa la vida, que le dice a quien lo siente que eso que siempre estuvo esperando, por fin es y gracias a él. Esto es lo que sintieron los soldados que fueron a combatir en Malvinas. No orgullo de ir a la guerra, nadie en su sano juicio lo tendría, sino orgullo de defender a la Patria.

Y cómo es el hombre, que en vez de quedarse con los sentimientos hermosos de la vida, muestra la hilacha y se convierte en una bestia irracional que no siente, que no valora aquello para lo que nació, que es su propia vida, y mata, y crea odio y guerras. Y las padecen los inocentes. Siempre son ellos, porque nunca se ha conocido un caso de algún presidente de un país en el campo de batalla, mano a mano con los enemigos.

La guerra de Malvinas fue una guerra planeada, muy conveniente para aquellos que la llevaron a cabo. Una guerra que le permitía a los gobiernos de Argentina y de Inglaterra perpetuarse en el poder. Margaret Thatcher ganó una reelección gracias a la guerra y tuvo la excusa perfecta para poder recuperar la flota que había perdido anteriormente. El caso de Argentina merece un párrafo aparte.

La dictadura militar fue horror en todos los aspectos. Con miles de muertos, torturados y desaparecidos no era difícil de pensar la posibilidad de una descabellada guerra. El gobierno de Galtieri venía en decadencia y no tuvo mejor idea que declarar una guerra que ya sabía perdida, pero que sabía que la mayoría de su ignorante pueblo, que no tenía la más mínima idea de qué era lo que estaba pasando a su alrededor, lo apoyaría. Quizá fue una estrategia para tener más tiempo para pensar a qué lugar se iría a vivir después de la caida de la dictadura, porque todavía no lo había decidido.

Estas dos razones hacen pensar lo conveniente que era para los dos países matarse entre sí, generar violencia. Porque así se perpetúa el poder. Con la manipulación y la tortura las clases dominantes siempre han podido mantenerse a salvo, ganar más poder y territorios, más riqueza, y sobre todo, si se gana, la legitimidad de los actos. Y esta legitimidad está dada por todas las personas que los apoyaron en su momento. Es intransferible e inmortal. Siempre va a existir. Porque el ser humano es así, cree que cuanto más elimina a su especie puede triunfar por sobre los demás. Un error mortal.

Y así fue que mandaron literalmente a matar a miles de chicos sin experiencia militar, sin preparación, alimento o comida a morir en una guerra en la que les hicieron confundir el significado del orgullo. Iban tan confundidos que estaban orgullosos de ir a la guerra y apoyaban aún más la dictadura. Tan nefastos fueron que los mandaron a morir por propia voluntad. Tan nefastos fueron que gatillaron a todos y cada uno de ellos, sobrevivientes y muertos. Porque el horror inimaginable para cualquier persona queda viviendo en la mente, en cada minúscula célula de su cuerpo. Cada día de sus vidas. Cada segundo menos que falta para morir.

Eso fue la guerra de Malvinas. Una real masacre. Un real engaño, tan bien hecho que sus víctimas podían ir solas a su deceso. Tan bien hecho que le sirvió al gobierno militar para perpetuarse ese tiempo más en el poder, que ya sabían que no iba a ser más de ése porque su estrategia nunca fue suficiente, ni su armamento, ni siquiera sus alianzas.

Por eso lector, tenga cuidado. Y apelo a Usted precisamente porque es como quien escribe. No se debe confundir el orgullo. Orgullo es terminar un día y poder decir que en las horas en que se estuvo despierto no hubo violencia. Orgullo es hacer algo porque las cosas cambien. Orgullo es enseñar a los más jóvenes que deben luchas por un país mejor. Es educarlos para que nunca más nadie los obligue a matar a nadie, ni a ser muerto. Es decir que las Malvinas son argentinas con el pecho bien abierto, sabiendo que aquellos que murieron dieron todo y más para que hoy sepamos que ese gobierno que duró desde 1976 a 1983 fue nefasto, irracional, pero por sobre todo inconstitucional. Orgullo es poder conocer nuestros derechos sin que alguien nos tenga que decir que “somos derechos y humanos” cuando en realidad el derramamiento de sangre no es un derecho atribuido a nadie.

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